domingo, 7 de abril de 2013

Etapas en la educación para la libertad

La educación contribuye para que el hombre conquiste, poco a poco, su autonomía a través de una serie de estadios, que marcan los niveles escolares.

La primera infancia (0-3 años) es un período significativo en la educación para la libertad, gracias a la autoafirmación de sí mismo mediante el pararse, el caminar y la primera ligera oposición al final del primer año. Según Spitz, psicoanalista, el primer "no" gesticulante del niño es el origen de la iniciativa y de la personalidad. El niño no acepta imposiciones y se rebela con el llanto y las pataletas.



La segunda infancia (4–6 años) se caracteriza por la obstinación e independencia, al comenzar el cuarto año de vida, dando lugar a una fuerte crisis de independencia y de negativismo, como única manera de afirmarse como sujeto y persona. Los mayores han de aceptarle y él ha de ir comprobando las limitaciones e inseguridades que le rodean y de las que es portador.

La tercera infancia (7-11 años) no es una etapa en la que pueda hablarse de una auténtica educación de la libertad, sino de lo que se denomina "espontaneidad dirigida". El niño no posee aún el pensamiento universalizador y abstracto que le capacite para las elecciones maduras. Sin embargo, es un período en el que puede hacerse una preeducación de la libertad mediante la adquisición de hábitos de orden, disciplina, regularidad, aceptación de la autoridad, responsabilidad de sus propios actos, respeto de los demás... El niño ejercita su iniciativa de múltiples maneras, siendo una de las principales el juego, donde crea, se recrea y autorrealiza. La tensión de los juegos entre sus reglas e iniciativas es un entrenamiento eficaz de las antinomias libertad – autoridad, libertad – disciplina, espontaneidad – normatividad.



La pubertad (12-14 años) con sus cambios somáticos y sexuales conlleva el sentimiento de disgusto e incomodidad ante la disciplina, acatada únicamente con la condición de que el educador haya ganado al púber afectivamente. El púber confunde la libertad con el libertinaje e irresponsabilidad, si no se aprovechan las circunstancias y se le hace profundizar en la naturaleza de la libertad, a la que ha de llegarse basándose en madurez y compromiso.


La adolescencia (15-18 años) es el periodo más importante para educar la libertad. El adolescente rehuye toda postura rígida, porque tamiza las órdenes en el filtro de su propio pensamiento. La misión del educador consistirá en convencerle de que la libertad es fruto del carácter equilibrado y del hombre inteligente. Los sentimientos sociales del adolescente brindan muchas oportunidades para inculcar el respeto por la opinión ajena, a la vez que para apelar a su responsabilidad y su compromiso con la comunidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como podemos educar estas etapas??