sábado, 6 de abril de 2013

Educar en libertad

En el proceso de educar toman parte los profesores, los alumnos, la familia, la institución educativa, la sociedad, etc. Cada una de estas esferas debe posibilitar un clima de respeto y tolerancia, de autonomía e independencia para la educación en libertad.

El educador debe tener respeto a su ideología, a su persona, a su concepción política, a sus iniciativas y al ejercicio profesional. El educando debe cumplir dos condiciones: respeto al docente y autonomía propia. Debe ser tolerante con las opiniones del profesor, siempre que éste no quebrante conscientemente los derechos del alumno.

La institución escolar debe estar libre de opresiones y manipulaciones, tanto de la política educativa de la nación, como de presiones sociales, de intolerancia del equipo docente, de intransigencias del alumnado o de los padres de familia. La sociedad en la que está inserta la institución escolar favorece o dificulta también la educación en libertad, ya que no es lo mismo un centro educativo en sociedades totalitarias que en sociedades democráticas.

La educación es correcta, si es una educación de la libertad de o de la libertad para. Con la expresión "libertad de" se habla de la liberación de prejuicios, estereotipos, esquemas mentales de los adultos, que es preciso operar, como terapia, en la mente del educando y del educador. Un docente no liberado es incapaz de educar en libertad a sus alumnos. Sólo el profesor "libre de" puede producir un tipo de educación semejante a la que él ha recibido o se ha autoimpuesto.
Al estar "libres de" el educando y el educador están preparados para autorrealizarse como libres para juzgar a los demás entregarse sin prejuicios, dominar la naturaleza, ejercer el mando y otras funciones necesarias en la vida personal y social de los individuos.

El compromiso del maestro es doble: asistir y ayudar al alumno a que corra su riesgo y arriesgarse él mismo ante sí y ante el alumno. Este compromiso ha de ser liberador y no manipulador; el docente ha de buscar la independencia de juicio y acción, porque cuanto menos necesite el alumno su apoyo, a medida que progresa cronológica y escolarmente, tanto mayor ha sido el provecho obtenido en el proceso educativo.

Si el educador no respeta la libertad del educando y si no se compromete en correr el mismo riesgo suyo, al elegir, suele responder con rebeldía y contestación, sobre todo en la pubertad y en la adolescencia. De aquí que educar en libertad sea educar en responsabilidad y en compromiso.

Podemos distinguir tres clases de compromisos en la educación:
  1. El compromiso del espíritu es el compromiso ante sí mismo, consciente de la decisión tomada y de la doctrina creada, que ya no nos permite reflexiones inútiles, sino fidelidad a nosotros mismos. Es un acto positivo, no una mera actitud hostil y contestataria, porque nada está produciendo, más que una sistemática negación de cuanto los demás hacen. Se llama espíritu de compromiso a esta conducta, porque sólo en el espíritu radica la libertad y el descubrimiento de la verdad, condiciones ambas para esta clase de responsabilidad, en la cual se crea cotidianamente el hombre, conquistando su propia imagen y autorrealizándose.
  2. El compromiso social es una consecuencia pública y comunitaria del compromiso del espíritu, dado el carácter social de la vida humana, que no puede refugiarse en soledad ermitaña. El compromiso social quiere decir que no se pueden quebrantar los derechos del grupo, por salir adelante con los caprichos personales, porque el grupo conquista su libertad basándose en sacrificios y obsequiosas renuncias de los individuos. La sociedad subsiste gracias al esfuerzo de sus miembros, que participan en los propósitos e intereses comunes. Se compromete socialmente el hombre que se identifica política, religiosa y científicamente. La libertad como compromiso obliga a participar.

  • El compromiso pedagógico obliga al educador a metódicamente indagar la verdad, someter a verificaciones sus hipótesis, descartar sus sueños y atenerse a realidades, ser fiel a sí mismo en la cátedra y los niveles consultivos y decisorios del centro escolar. El compromiso pedagógico, le hace al docente respetar la lenta separación que el alumno va logrando respecto a los criterios y cosmovisión del profesor y aceptar la personalidad de cada uno como la única forma de autorrealización.
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